Hablar de arquitectura contemporánea en San Miguel de Allende es hablar de tiempo. Del tiempo que se posa sobre los muros, que transforma la materia y que deja huella en los espacios. Casa San Francisco, diseñada por Jorge Garibay Arquitectos, no es una casa que busque llamar la atención de inmediato; es una obra que se revela poco a poco, como un buen vino, conforme se recorre, se habita y se deja envejecer.

Ubicada en un viñedo a las afueras de San Miguel de Allende, esta casa de descanso nace de una reflexión profunda: ¿cómo puede la arquitectura contemporánea dialogar con la historia, el paisaje y los ciclos naturales sin caer en la nostalgia ni en la imitación literal?
La respuesta está en una arquitectura sobria, silenciosa y profundamente emocional.
Una casa entre viñedos: el origen del proyecto
El encargo inicial era claro: una casa de descanso dentro de un viñedo, pensada para desconectarse del ruido cotidiano y reconectar con la naturaleza. Pero el lugar pedía algo más. San Miguel de Allende no es un contexto neutral; es una ciudad cargada de historia, memoria y simbolismo.
Fundada en el siglo XVI —cuando los frailes franciscanos introdujeron el cultivo de la vid en México— la ciudad es un punto de cruce entre espiritualidad, territorio y arquitectura. Casa San Francisco entiende este contexto no como una postal, sino como una oportunidad para reinterpretar la historia desde una mirada contemporánea.
Aquí, la casa no se posa sobre el paisaje: se planta en él, como una vid más.
Arquitectura y vino: el concepto del tiempo como hilo conductor
En el mundo del vino, el concepto de terroir define la identidad única de cada cosecha: el suelo, el clima, la altitud y la mano humana. En Casa San Francisco ocurre algo similar.
La arquitectura contemporánea en San Miguel de Allende que propone este proyecto se construye a partir de su propio terroir arquitectónico. Los materiales locales, el clima semidesértico, la luz intensa y la tradición constructiva del lugar influyen directamente en el resultado final.
Aquí, el tiempo no es un enemigo del diseño. Al contrario: es parte del proyecto. Los muros están pensados para envejecer, para cambiar de tono, para registrar el paso de las estaciones. Como el vino, esta casa mejora con los años.
Herencia conventual: una reinterpretación contemporánea
Uno de los gestos más interesantes del proyecto es su diálogo con la arquitectura conventual del siglo XVI. Los monasterios y conventos que se construyeron durante la evangelización de México respondían a un contexto completamente nuevo para los frailes europeos.
Eran edificios sobrios, introspectivos, pensados para la contemplación, el silencio y la vida interior. Casa San Francisco retoma estos principios, no como copia formal, sino como actitud arquitectónica.
Los volúmenes macizos, los muros continuos, la ausencia de ornamento y la monumentalidad silenciosa evocan ese lenguaje conventual, pero traducido a una estética contemporánea, depurada y honesta.
Espacios para la contemplación y el silencio
Más que una casa para “estar”, este proyecto es una casa para contemplar. Cada espacio está diseñado para generar pausas, silencios y momentos de introspección.
La relación con el paisaje es constante, pero nunca invasiva. Los espacios se abren hacia patios, jardines y vistas controladas al viñedo, permitiendo que la naturaleza entre sin dominar.
Aquí se celebra el paso del tiempo: el crecimiento de las plantas, la caída de las hojas, la luz que cambia a lo largo del día. La arquitectura no compite con estos procesos; los acompaña.
Organización espacial: cinco volúmenes y un corredor
La casa se organiza en cinco volúmenes independientes, conectados por un corredor transversal que funciona como eje principal del proyecto. Este corredor no es solo circulación: es experiencia.
El acceso se da a través de un espacio de doble altura que actúa como umbral entre el exterior y el interior, marcando una transición clara, casi ritual.
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Ala poniente: espacios públicos como sala, comedor, cocina, terraza, áreas de servicio y cochera.
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Ala oriente: cuatro recámaras privadas, orientadas hacia áreas verdes y patios tranquilos.
Esta disposición permite privacidad sin aislamiento, conexión sin exposición. Cada volumen dialoga con un fragmento distinto del paisaje.
Materialidad honesta: pocos materiales, máximo significado
Uno de los grandes aciertos de Casa San Francisco es su materialidad. Aquí no hay exceso, no hay mezclas innecesarias. La estrategia fue clara: usar pocos materiales y explotarlos al máximo.
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Piedra local, extraída de un sitio cercano, que aporta peso, textura y arraigo.
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Mármol mexicano sin pulir en pisos, que envejece con dignidad.
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Pintura a base de cal, aplicada a mano, en un tono que dialoga con la piedra y genera volúmenes monocromáticos.
El resultado es una casa que se siente sólida, atemporal y profundamente conectada con su entorno.
Interiorismo y luz: calidez sin ornamento
El interiorismo sigue la misma lógica de sobriedad. El mobiliario de madera de encino aporta calidez sin protagonismo excesivo. Cada pieza cumple una función clara y honesta.
La iluminación artificial se inspira en la temperatura de luz de los conventos del siglo XVI, logrando ambientes cálidos, íntimos y serenos, sin sacrificar niveles adecuados de iluminación.
La luz natural, por su parte, entra de forma controlada, dibujando sombras que cambian a lo largo del día. Aquí, la luz también es material.
Belleza imperfecta: el tiempo como arquitecto
Este proyecto dialoga directamente con la idea de Luis Barragán de que “el tiempo también pinta”. Casa San Francisco no busca la perfección pulida; busca la belleza que emerge con el uso, con el desgaste y con la vida.
Es una arquitectura que acepta la imperfección, que entiende que los muros se manchan, que los materiales cambian, que la casa envejece junto con quienes la habitan.
Y ahí radica su fuerza.
Jorge Garibay Arquitectos: simplicidad con profundidad
El despacho Jorge Garibay Arquitectos se caracteriza por una arquitectura que no subestima la fuerza de la simplicidad. Cada proyecto parte de una relación intensa con el sitio, las personas y las condiciones reales del encargo.
Su enfoque privilegia la arquitectura emocional, aquella que se siente antes de explicarse. Casa San Francisco es un ejemplo claro de esta filosofía: una obra contenida, profunda y honesta.
Conclusión: una casa que se vive, se observa y se transforma
Casa San Francisco no es una casa para presumir, es una casa para habitar. Una obra que entiende la arquitectura contemporánea en San Miguel de Allende como un ejercicio de respeto, memoria y tiempo.
Es un recordatorio de que la buena arquitectura no necesita gritar para ser escuchada. A veces, basta con permanecer.
Ficha técnica
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Proyecto: Casa San Francisco
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Arquitectura: Jorge Garibay Arquitectos
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Ubicación: San Miguel de Allende, Guanajuato, México
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Fotografía: Cesar Belio