Revista TuCasaNueva

Comedor y dispensario médico San Luis Gonzaga

Bienvenido hermano migrante

“¿Busca al padre?” me dice alguien que por su aspecto dudo en identificarlo como migrante, indigente o voluntario de esta bella y muy necesaria labor de la capellanía San Luis Gonzaga. Me guía atravesando el predio acondicionado para ser comedor. Sólo entrar en aquel lugar le hace sentir a uno su más básica identidad –la de ser humano–, y cualquier otra identificación –de género, raza, edad, profesión o posición social– parece de lo más superflua.

Al fondo, en un salón, encontramos al padre y, junto a él, a la señora Martha Sylvia Molina, incansable voluntaria y también pionera de este proyecto. Aunque no esperaban mi visita, en ese mismo momento ya estaba sentada ante cientos de fotos que “platican” como nadie la labor y trayectoria del comedor.

Comedor y dispensario médico San Luis Gonzaga
Carmelita Valdez, Padre Gilberto Lezama, Martha Sylvia Molina y Susana Carvajal.

“En febrero de 2008 el comedor y dispensario San Luis Gonzaga comienza a atender a los migrantes que van de paso por nuestra ciudad, con la esperanza de encontrar una realidad mejor que la que se ven obligados a dejar en sus ciudades, e incluso, en sus países de origen”, explica con brillo en sus ojos el Padre Gilberto Lezama, mientras me enseña la primera foto de uno de los álbumes, fechada del 23 de febrero del 2008, la cual muestra un salón con cuatro mesas y algunas sillas.

“La verdad yo llevaba años con esta idea del comedor para migrantes, pero no me animaba, decía ‘cuando tengamos esto, cuando consiga lo otro, arrancamos con el proyecto’, hasta que aquí Martha un día me anima ‘Padre, si no empezamos con el comedor YA, YA, nunca lo vamos a abrir’… y al otro día aquí andábamos”, refiere el Padre sobre la foto y, entusiasmado, cambia la página al álbum “esto fue un mes después –sobre una foto con muchos más platos servidos en las mesas con mantelitos–, y esto el 24 de marzo, un mes y un día después –en la foto se ven sillas y mesas multiplicadas en una explanada, a la sombra de un tejabán, con Hombres sonrientes frente a sus platos servidos–.

Desde entonces -indica el Padre- nos ajustamos a las circunstancias cambiantes, pero sin dejar de cumplir nunca con nuestro principal objetivo: servir a migrantes e indigentes una comida digna… aunque sean frijoles, pero calientitos”.

El Padre refiere que en época de la influenza en 2008, prefiriendo encontrar a los migrantes en las vías del tren para evitar el hacinamiento, servían tortas, burros, tamales y alimentos de fácil manipulación. Ahora que ya están bien establecidos en un terreno acondicionado a los propósitos del comedor ¬ –ubicado en el ejido La Victoria, a espaldas de las vías del tren– la comida consiste en un guiso, frijoles, pan o tortillas, agua fresca y postre. Sean lonches o platos humeantes, la comida no ha dejado de servirse un sólo día, de lunes a sábado, desde aquél 23 de febrero de 2008, variando entre noventa y ciento treinta la cantidad de personas atendidas cada día.

 

Estábamos en la entrevista cuando llega la persona que me había conducido hasta el Padre y la señora Martha para avisar que “ya llegaron”. Con la pierna envuelta en una férula de yeso, el Padre Gilberto se encamina, entre usando las muletas y dando brinquitos, a la puerta. “Disculpe”, me dice, y Martha completa: “él nomás no para”.

El Padre recibe una camioneta que transporta una muy bien dotada donación de panecitos. “Con esto tendremos para el postre de varios días”, indica Martha con satisfacción. Minutos más adelante, llegan al recinto otros visitantes no esperados. Se trata de un grupo de personas proveniente de Nogales, Sonora, entre ellos el Padre Ricardo Machuca, director de Iniciativa Kino para la Frontera, centro que asiste al migrante deportado en su camino regreso a casa, ofreciéndole comida y primeros auxilios.

El grupo quería conocer al Padre Lezama y al equipo que hace posible el comedor San Luis Gonzaga. Pero, entre tanta “bienvenidera” y acomodo de donaciones, dan las doce, hora de servir la comida, así que presenciamos la perfecta organización orquestada por Martha Sylvia quien, entre cariñosa y estricta, en cinco minutos ya tiene formada una larga y derechita fila con los al- rededor de cien hombres que en un momento más bendecirán sus alimentos y repetirán plato.

“Todos ellos son voluntarios”, dice Martha, señalando a las seis personas ocupadas sirviendo el cocido, los frijoles, la ensalada, el agua fresca y el postre. Entre ellos se encuentra Carmelita Valdez, también pionera del comedor junto al Padre y Martha, y quien se hace cargo de la cocina.

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A casi cuatro años de que el comedor y dispensario San Luis Gonzaga iniciara su ininterrumpida labor, el Padre Gilberto Lezama extiende sus buenos deseos “a toda la gente que de una manera u otra puede brindarnos su ayuda, ya sea en especie, económica, espiritual, o de servicio. Sin embargo – apunta el Padre– aún es necesaria la colaboración de la comunidad hermosillense para mejorar la calidad de auxilio que se proporciona a estas personas”.

El 18 de diciembre es día del migrante… en ésta y en cualquier fecha, apoyemos la labor.

Son útiles ropa de hombre como camisas, pantalones (sobre todo en tallas 30, 32, 34 y 36), calcetines, gorras, zapatos (sobre todo en números 27, 28 y 29) ropa interior; medicinas básicas no caducas para dolores de cabeza, de muelas y musculares, ranitidina, antidiarréicos y desinflamatorios; platos y recipientes de medio litro desechables nuevos o usados con tapa; despensa como frijol, arroz, aceite, consomé, puré de tomate, atún, pasta; artículos de limpie- za como cloro, fabuloso, fibra de trastes, entre otros.

El comedor y dispensario San Luis Gonzaga se ubica en:

Calle Benjamín s/n entre Avenida Naranjo y Avenida Carnavales ejido La Victoria, C.P. 83300.

También puedes contactar al equipo del comedor y dispensario en:
Ignacio Alatorre #203 entre Gómez Farías y Cabral Colonia Pitic, Hermosillo, Sonora.
Celulares (6621) 051 476 y (6623) 604 831.

 

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