La definición oficial de antojo es: “deseo intenso, imprevisto y pasajero de una cosa”, es decir, cuando no puedes evitar comerte un chocolatito, o un taquito, un panecito, o cualquier alimento que quieras poner en diminutivo para no sentirte tan mal por haberlo comido. El cuerpo, en su eterna sabiduría, nos indica qué es lo que necesita en caso de que exista una carencia nutricional y bueno, la mente, por otro lado, nos bombardea de antojos cuando tenemos una carencia o desequilibrio emocional o anímico.
Es verdaderamente fascinante entender un poco de cómo funcionan estas señales, y es de suma importancia que aprendamos cada quién a leer nuestros antojos para conocernos un poco mejor.
Raíces de un antojo
Les platico rápidamente las posibles raíces de los antojos:
• Desnutrición primaria. Tiene que ver con relaciones personales, actividad física, trabajo y espiritualidad; se traduce en antojos por tratar de evadir el estrés laboral, o adquirir la energía en algo que deberíamos estar obteniendo del ejercicio o hasta ingerir alcohol por una crisis existencial.
• Sed. Lamentablemente hay muchas personas con un consumo de líquido vital muy bajo, y lo que parece ser hambre o antojo realmente es sed, por lo que es una excelente idea tomar un vaso de agua antes de comer para saberlo.
• Melancolía. ¿Recuerdas el caldito que te hacía tu mamá cuando estabas enfermo? A veces, los antojos son ganas de apapachar ese sentimiento nostálgico de relacionar un alimento con eventos del pasado.
• Deficiencia nutricional. Además de la nutrición primaria, los antojos también reflejan si mi cuerpo está deficiente de algún nutriente en específico.
• Capricho. El cuerpo se acostumbra rápido a lo bueno y a lo malo, es decir, si consumes carne asada todos los fines de semana, se te seguirá antojando constantemente porque es lo que acostumbras, pero si mejoras tu alimentación también se te antojarán las cosas buenas más seguido.
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